Hoy es el típico día en el que me pregunto porque elegí este determinado camino, ¿porqué no tomé la salida de la izquierda en la última intersección? ¿Por qué no lo hice si veía ese muro macizo a tan solo un par de años? Ese muro que hoy día parece tan difícil de franquear. Lo intento todo, saltarlo, hacer un túnel o driblarlo, pero me doy cuenta de que de nada sirve evitarlo. Ese muro no me va a dejar pasar mientras no me enfrente a él.
Toca luchar y golpearlo cada vez más fuerte hasta echarlo abajo. Se que no durará mucho, no puedo dejar de insistir. Solo tengo que cerrar los ojos e imaginarme a manos de un equipo de demolición, ese equipo de demolición que son las horas de esfuerzo, trabajo y estudio. Con esto derribaré el muro.
Por eso no sirve de nada avergonzarse de los intentos fallidos. Porque lo que no te mata te hace más fuerte. Hay que fijarse en los errores y aprender de ellos.
Definitivamente, hoy no es un día para olvidar.
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