
Cuando eres joven, pequeña, crees que el mundo esta a tus pies, que puedes conseguir lo que quieras con esfuerzo y constancia…. Pero que lejos quedan esos pensamientos…
Y es que, la vida insiste en golpearnos con la vara de la experiencia. Da igual hasta cuando vivamos con la esperanza en nuestro corazón porqué tarde o temprano experimentaremos algo que nos cambiará para siempre.
Esta claro que toda vivencia nos marca de una manera u otra pero hay algunas que cambian alguno de nuestros valores para siempre.
Cada uno relacionará lo anterior con un ámbito diferente de la vida, de la sociedad, según el camino que ha recorrido, y supongo que muchos, en ese camino, habrán parado en la misma estación que yo, estación que no pretendo desvelar explícitamente.
Supongo que otros tantos querrán replicarme lo anterior y mi parte más racional les daría la razón, que una nueva esperanza aparecerá; pero ahora mismo no es esa parte la que gobierna, sino que la parte que manda en mi ahora mismo es aquella que también hoy día nos distingue del resto de animales, aquella que nos hace seres humanos: la parte irracional, la emotiva o sentimental.
Por culpa de esa parte sufrimos tanto, y a veces me pregunto: ¿para que? ¿merece la pena? Total, si para cuando lo superes o empieces a hacerlo, una carta en el fondo del cajón hará que se venga abajo todo el esfuerzo que habías acumulado, como si de un castillo de naipes se tratara…
Pues si, es esa parte emocional, la que nos hace sufrir tanto, pero también es la misma que, al empezar a indagar en esos recuerdos hace que la sonrisa vuelva a tu cara, un sentimiento agridulce que se amarga aun más al no entender como algo tan hermoso pudo acabar en tal catástrofe.
Esta claro, que hasta el más bello paraíso puede ser arrasado por el más aún devastador terremoto, pero ¿Cuál es el causante de destrozar esos sentimientos que un día escapaban a nuestra razón? Supongo, que al no desvanecerse por algo físico son más complicados de entender.
De todas formas, desde mi propio camino, renuncié hace tiempo a entender porque no podía vivir algo que realmente quería y deseaba.
Comprendí, que no podía esperar entenderlo todo; si a veces no entendemos nuestros propios actos, ¿cómo entender los de cada individuo del resto de la sociedad?
Solo nos queda vivir luchando por lo que queremos, y esperando tener esa pizca de fortuna que se necesita para conseguirlo.
Supongo que con todo el camino que nos queda por recorrer muchos más sentimientos agridulces irán cayendo en el cajón, y no podremos evitar odiarlos y amarlos al mismo tiempo.
Porque no podemos controlar este mundo, pero si que podemos hacer lo que esté en nuestras manos para mejorarlo. Quien sabe lo que nos deparará el futuro…